A
dos velas
Autor:
José de Uña Zugasti (PEPE DE UÑA)
(Del
libro Cuentos de andar por casa)
Violetas
en el arcén
Fue necesario que aquella
tarde hubiera un apagón general, para que me viera en la
necesidad de enceder dos velas. Al prender la segunda, me acordé
de Él, como si la llama hubiera alumbrado su imagen ausente.
En el sopor que comenzó a diluirme el cuerpo en la penumbra
del pasado, no sé ni soñé o imaginé
que venía a mi encuentro, surgiendo de la oscuridad de la
habitación, donde todo volumen había diluido sus formas
en la negrura. Venía a mi encuentro. Sonreía. Más
bien, me sonreía. Y en una mano traía un ramo de violetas,
que no dudé era como una ofrenda. Lo recordé, entonces,
con esa idealización con que la nostalgia tiñe el
recuerdo.
Dos horas después, se hizo la luz. Y la realidad cobró
el cotidiano peso con el que se paga la soledad.
Al día siguiente, cuando Ella buscaba en el bolso la llave
para abrir el portal, oyó el chirriar metálico de
un extremo frenazo, seguido de un grito. Y segundos después,
el apresurado acelerón de un vehículo en fuga.
Al traspasar el umbral, vio un cuerpo tendido en la calle. Tenía
la imposible postura de un juguete roto. Al acercarse, vio que era
Él, con la última sonrisa convertida en pavorosa mueca.
Y en una mano adelantada, tal vez queriendo salvar lo que en ella
llevaba, aún agarraba con fuerza huida un ramo de violetas
rotas.
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Ilustraciones:
Quintín García Muñoz